sábado, 26 de septiembre de 2009

INTERROGA A LOS TERRORISTAS:

Crimen, Representación y Juego

(Abu-Ghraib y Half-Life)





Walter Benjamín, en Pequeña historia de la fotografía, compara “ciertas fotos de Atges con las de un lugar de un crimen. ¿Pero no es cada rincón de nuestras ciudades un lugar del crimen?; ¿no es un criminal cada transeúnte? ¿No debe el fotógrafo –descendiente del augur y del arúspice- descubrir la culpa en sus imágenes y señalar al culpable?”.
Si hay un crimen y un lugar donde se lo ha cometido, tomamos a la fotografía como prueba de algo, algo ocurrió y había una cámara para registrar ese momento. El fotógrafo primero, y luego el espectador son testigos de ese crimen que sucedió realmente.
Ahora, veamos al fotógrafo norteamericano Duane Michals, nacido en los años ’30, y cuya primera influencia fue, un fotógrafo mencionado anteriormente, Eugène Atget; por estos años retrataba escenarios recurrentes como los restaurantes, salas de espera o recepciones de hotel. Una de las características de la fotografía de Michals es la incorporación de texto a la imagen, considerándose su trabajo como conceptual y filosófico. Su fotografía llamada Esta fotografía es mi prueba, de 1975, nos dice: “Esta fotografía es mi prueba. Existió aquella tarde, cuando las cosas aún iban bien entre nosotros, y ella me abrazaba, y éramos tan felices. Ocurrió realmente, ella me amó, ¡Mira, ve por tí mismo!”.
Esta imagen, ya la consideramos como un todo, texto y fotografía, nos invita, según Michals, a ver un hecho que ocurrió realmente. Esa fotografía es la prueba.
El libro de Susan Sontag, Regarding The Pain of Others, menciona a Goya con Los desastres de la guerra y el horror causado por los soldados de Napoleón, al invadir España en 1808 con objeto de reprimir la insurrección contra el yugo francés, a comienzos del siglo XIX. Estos son una serie numerada de ochenta y tres grabados realizados entre 1810 y 1820. Goya al igual que Michals agrega texto (una breve frase) a cada imagen, lamentando la inequidad de los invasores y la monstruosidad del sufrimiento inflingido.
Las expresivas frases en cursiva al pie de cada imagen comentan la provocación. Si bien la imagen, como cualquier otra, es una inducción a mirar, el pie reitera, las más veces, la patente dificultad de hacerlo. Una voz, acaso la del artista, acosa al espectador: ¿puedes mirar esto y soportarlo? Un pie afirma: «No se puede mirar». Otro señala: «Esto es malo». Otro responde: «Esto es peor». Uno grita: «¡Esto es lo peor!». Uno más declama: «¡Bárbaros!». «¡Qué locura!», pregona otro. Y otro más: «¡Fuerte cosa es!». Y aun otro: «¿Por qué?».
El pie de una fotografía ha sido por tradición, neutro e informativo: una fecha, un lugar, nombres. Es improbable que una fotografía de reconocimiento de la Primera Guerra Mundial (cuando por primera vez se hizo uso extensivo de cámaras para el espionaje militar) se titulara «¡Cuánta urgencia de invadir!» o se anotara en la radiografía de una fractura múltiple «¡Tal vez el paciente quede cojo!». Tampoco ha de ser preciso hablar en nombre de la fotografía con la voz del fotógrafo, ofreciendo garantías de la veracidad de la imagen, como hace Goya en Los desastres de la guerra al escribir al pie: «Yo lo vi». Y debajo de otra: «Esto es lo verdadero». Por supuesto, el fotógrafo lo vio. Y salvo que se haya falsificado o tergiversado, es lo verdadero.
El habla común fija la diferencia entre las imágenes hechas a mano como las de Goya y las fotografías, mediante la convención de que los artistas «hacen» dibujos y pinturas y los fotógrafos «toman» fotografías. Pero la imagen fotográfica, incluso en la medida en que es un rastro (y no una construcción elaborada con rastros fotográficos diversos), no puede ser la mera transparencia de lo sucedido. Siempre es la imagen que eligió alguien; fotografiar es encuadrar, y encuadrar es excluir. Además, la manipulación de la foto antecede largamente a la era digital y los trucos de Photoshop: siempre ha sido posible que una fotografía tergiverse las cosas. Una pintura o un dibujo se consideran falsos cuando resulta que no son del artista a quien se le habían atribuido. Una fotografía —o un documento filmado disponible en la televisión o en Internet— se considera falsa cuando resulta que se ha engañado al espectador en relación con la escena que al parecer se representa.
Que las atrocidades perpetradas por los soldados franceses en España no hayan sucedido exactamente como se muestra —digamos que la víctima no quedara exactamente así, que no ocurriera junto a un árbol— no desacredita en absoluto Los desastres de la guerra. Las imágenes de Goya son una síntesis. Su pretensión: sucedieron cosas como éstas. En contraste, una fotografía o secuencia de película pretende representar con exactitud lo que estaba frente a la lente de la cámara. Se supone que una fotografía no evoca sino muestra. Por eso, a diferencia de las imágenes hechas a mano, se pueden tener por pruebas. Pero ¿pruebas de qué? La sospecha de que «Muerte de un soldado republicano» de Capa quizá no muestra lo que se dice que muestra (una hipótesis afirma que presenta un ejercicio de instrucción cerca del frente) sigue rondando los debates sobre la fotografía bélica. Todo el mundo es literal cuando de fotografías se trata.
En contraposición a los que nos dice Sontag, de que las fotografías muestran la realidad, Jean Baudrillard, en su libro “El crimen perfecto” nos cuenta que la realidad ha muerto.
Más allá del punto de vista, la imagen siempre fue tomada como un documento, un reflejo de la realidad. La digitalización altera nuestra fe en las imágenes. Es evidente que la imagen digital inaugura una nueva era de la cultura icónica. La imagen tiene muchos usos: está el fotográfico, que no es muy distinto de la fotografía analógica clásica. Pero también tiene nuevos usos, que son los que nos llaman la atención y los que nos interesan, y en los que la imagen digital puede mentir ocultando que miente. La fotografía tal como la conocemos es el certificado químico de una existencia: Eso ocurrió. Y de hecho tenemos los negativos que los tribunales y la policía usan para identificar a los culpables o la veracidad de un acontecimiento. En la época fotográfica, lo que se llamaba fotomontaje (un viejo invento de los años ‘20) dejaba cicatrices que podían detectarse si se miraba con lupa la imagen manipulada.
La imagen digital es intrínsecamente mentirosa. Miente simulando que no miente. Una imagen manipulada presenta todas las características de una imagen auténtica. Por eso los semiólogos –entre ellos Jean Baudrillard- hablan del crimen perfecto. Porque la imagen digital mata a la realidad, la suplanta, y además borra las huellas de su crimen. Esa es la gran novedad que introduce la imagen digital.
Las imágenes finales de este trabajos son el “crimen perfecto”, al ser tratadas digitalmente las llevamos a esa categoría. Pero también, porque en la combinación de imágenes de las torturas de Abi-Ghraib y el videojuego Half Lif, qué es lo real y qué parte es el juego. La manipulación digital nos permite esto, modificar tono, saturación, luces, sombras, etc. Y este retoque fotográfico confunde nuestra visión y no podemos distinguir la realidad. Para terminar cito nuevamente a Sontag, en donde reflexiona sobre la violencia en la sociedad Norteamérica.

“Es difícil evaluar la creciente aceptación de la brutalidad en la vida estadounidense, pero las pruebas están por doquier, desde los videojuegos de asesinatos que son el espectáculo principal de los chicos —¿cuánto tardará el videojuego "Interroga a los terroristas"?—, hasta la violencia ya endémica en los ritos grupales de la juventud en un acceso de euforia. Los crímenes violentos están en baja, si bien ha aumentado el fácil regodeo en la violencia. Desde los rudos vejámenes infligidos a los alumnos recién llegados en numerosos bachilleratos de las urbanizaciones estadounidenses —retratadas en la película de Richard Linklater "Dazed and Confused" (Jóvenes desorientados, 1993)—, hasta las novatadas rituales con brutalidades físicas y humillaciones sexuales institucionalizadas en las escuelas, universidades y equipos deportivos, Estados Unidos se ha convertido en un país en el que las fantasías y la ejecución de la violencia se tienen por un buen espectáculo, por diversión.”

Todo dicho, la violencia como un juego.

1 comentario: